2016
Cecilia Alcocer + Diego Lizama
La mayoría de poblaciones del territorio yucateco tienen su origen fundacional en los asentamientos de las haciendas henequeneras; de tal forma que prácticamente en todas las poblaciones es posible encontrar vestigios arquitectónicos que sugieren el esplendor de una época que dejó una huella a través de sus edificios que, a pesar de todo, se niegan a desaparecer. En este sentido, estos edificios y espacios patrimoniales permanecen, algunos aparentemente olvidados, pero están ahí, siendo testigos de la historia particular de cada comunidad, en donde no es posible entenderlas sin pensar en el “casco viejo” de la hacienda donde viven el “Uay chivo”, o los corredores donde los niños corren cuando los “aluxes” no están, o el árbol de ceiba antiguo donde dicen con certeza se apareció la “xtabay” y se llevó a “Don purux”, aquel viejito gordete amigo del “xtabentún” que repetía sin cesar las historias antiguas del esplendor de los años pasados. Así transcurre la vida hoy en día de las poblaciones de Yucatán, junto a su pasado que les acompaña, junto a sus viejos edificios que vieron nacer a sus abuelos.
El habitante de origen maya vive en el espacio abierto; su “casa” es el espacio cósmico delimitado por la albarrada que contiene el universo de su vida. En él, cohabita con otros; el núcleo familiar si bien está representado por la casa tradicional maya, se extiende al espacio abierto donde convive con otros grupos familiares, generalmente parientes. En este sentido el patio contiene a todos, varias familias que usan este este espacio abierto rico en simbolismos particulares y donde el árbol, la laja o piedra caliza, el corral, el “ka'anché”, los “sembrados”, las sombras, el viento, el canto de los pájaros, son elementos del solar maya usados por la mayor parte del tiempo por sus habitantes: ahí entre árboles se cuelga la hamaca, se conversa, los niños juegan, se cocina, se mira pasar el tiempo, etc. Solo la albarrada marca el límite, cada solar es un universo.
La idea consiste en reutilizar creativamente un casco de hacienda existente en la Zona Metropolitana de la Ciudad de Mérida para darle cobijo a este tipo de usuario a través de una propuesta que conserve y revitalice estas zonas patrimoniales de la ciudad en peligro de ser arrasadas. Se trata de crear un nuevo esquema conceptual de vida en estos sitios que se pueda ensamblar delicadamente al crecimiento natural de la ciudad de Mérida; y que cubra por un lado las necesidades de un grupo poblacional específico, y por otro, promueva la conservación de estos sitios patrimoniales a través de su uso habitacional, manteniendo la calidad espacial de la arquitectura y del entorno urbano existente.